Melchor Sánchez de Toca, jefe de la delegación de El Vaticano. Foto: AP

Melchor Sánchez de Toca, jefe de la delegación de El Vaticano. Foto: AP

Feb 21 2018 Por: MARCA Claro

Aunque no cuenta con atletas profesionales ni estructuras burocráticas deportivas, El Vaticano está cada vez más cerca del Comité Olímpico Internacional (COI) y apuesta a sumarse a ese organismo desde su lugar de autoridad moral.

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Días atrás, una delegación de aquella entidad participó en la apertura de los Juegos Olímpico de Invierno PyeongChang 2018 con una invitación oficial del COI. Un gesto que causó sorpresa y simpatía entre los dirigentes del máximo órgano del deporte mundial.

Nosotros estuvimos allí como observadores, como su nombre lo indica. Observando y tomando nota, es el primer contacto oficial y por lo tanto no habría sido prudente exponerse más”, aseguró Melchor Sánchez de Toca, jefe de la delegación.

El español de 51 años, también subsecretario del Pontificio Consejo de la Cultura, destacó la importancia de vivir, desde adentro, la reunión del movimiento olímpico y establecer “innumerables” contactos personales “muy fuertes”.

“Me han visto no sólo como el representante de la Santa Sede, algunos de ellos se me acercaron como sacerdote. Es la primera vez que ocurre. Una presencia como la nuestra no se había visto antes”, mencionó.

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“(Al verme) los delegados inicialmente manifestaban sorpresa. Superada esta sorpresa sentimos una grandísima simpatía. Hay que decir que la figura del Papa Francisco es el mejor billete de presentación y abre todas las puertas del mundo”, confesó.

Sentado en su butaca, detrás de un cartelito con la inscripción “Holy See” (Santa Sede), Sánchez de Toca pudo seguir el tenso encuentro durante el cual los dirigentes abordaron la exclusión del Comité Olímpico Ruso de la justa coreana.

“No hay duda que hubo una acción planificada, organizada y sistemática para manipular los test antidopaje. Una acción probablemente impulsada por el gobierno, pero con la aquiescencia del comité descalificado”, contó.

También pudo asistir, como testigo privilegiado, al acercamiento entre las dos Coreas. Evocó el discurso del presidente del COI, Thomas Bach, en el cual aclaró que el deporte no puede crear la paz, pero tiene la capacidad de ofrecer pequeños signos que preparen el camino.

Destacó la voluntad del presidente de Corea del Sur, Mon Jae-in, por integrar atletas del Norte, incluso pese a la crítica de su propia base electoral que lo considera una rendición ante Kim Jong-un, líder norcoeano, quien usaría eso para conseguir reconocimiento y seguir torturando a su pueblo.

“Los atletas y el mundo del deporte han hecho su parte, terminadas las olimpiadas les tocará a los políticos continuar el diálogo”, estableció.

Sánchez de Toca ya había estado presente en la apertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016, gracias a una invitación personal y como parte de una serie de acciones traducidas en un consistente acercamiento entre el COI y la Santa Sede.

En abril de aquel año, el presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi, visitó la sede del COI en Lausana (Suiza) y, en octubre siguiente, El Vaticano organizó un gran encuentro sobre fe y deporte, con la presencia de altos dirigentes del movimiento olímpico.

Ambas partes se encuentran en ruta de convergencia. Apuestan a un vínculo ganar-ganar, destinado a profundizarse.

“Hay cierta sensibilidad en el mundo del deporte hacia una dimensión espiritual que complete los valores y los ideales del movimiento olímpico”, dijo el sacerdote.

“Es claro que no estamos ahí para competir. Algunos preguntan cuándo habrá una bandera vaticana en el desfile de atletas, yo creo que nunca. Sin embargo, pienso que esta relación debe crecer y el sentido es que existe un intercambio recíproco que puede ser muy provechoso para las dos partes”, precisó.

Explicó que para formar oficialmente parte del COI, se requiere crear un comité olímpico nacional, pero subrayó que sería técnicamente imposible crear uno en la Ciudad del Vaticano por no tratarse de país sino de una forma jurídica sui generis creada como solución al problema de las relaciones entre Italia y la Santa Sede.

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